viernes, 2 de noviembre de 2012

Halloween y el arte de practicar el Origami borracha

El día de Halloween no pudo empezar peor: ¡nada más salir de casa se me engancharon mis vaqueros favoritos (vamos, los típicos que te hacen un culo chupi) a la bici y se me hizo un roto bonito bonito! Lo peor de todo esto es que se me rompieron en la puerta de la residencia pero yo llegaba ya tan jodidamente tarde a las prácticas que no disponía de 5 malditos minutos extra para cambiarme. Así que me pase toda la mañana con un orificio de ventilación curioso en la pernera derecha, con la bata abrochada hasta abajo para disimular, hasta que pude encontrar un hueco para meterme en el H&M (una de las pocas tiendas que hay por aquí cuyo nombre no me suena a chino y sus precios no duplican los de España) en busca y captura de algo decente que ponerme para el resto del largo día lejos de la residencia.

Bueno, ahora que lo pienso, el día de Halloween sí que podía haber empezado peor: ¡podía haber llovido! Además, encontré en el H&M unos vaqueros preciososssss, que me quedan mejor incluso que los otros, que quizás (quizás no, SEGURO) no me habría comprado si no hubiera sufrido ese percance con la bicicleta.

Y respecto a la fiesta de Halloween en concreto, pues por la noche sí llovió. Llovió mucho. Muchísimo. Mogollón. Mazo. Fleje... Así que el plan de fiesta bacanal hasta que el cuerpo aguantase quedo limitada a la fiestecilla de la resi, donde casi nadie tenía un disfraz en condiciones y la necesidad sacó a relucir la imaginación. Por ejemplo, yo fui de "zombie" y mi disfraz básicamente consistió en pasarme mucho mucho con la base de maquillaje y la sombra de ojos y usar el lápiz de ojos para pintarme cicatricez aquí y allá... pero también había un señor y una señora Obama que había abusado de la base oscura, unas gatitas con orejas de papel o un integrante de Kiss con una guitarra de cartón (que no se sabía Beth, así que ahí terminó mi conversación con él).

En la fiesta se acabó el alcohol pronto (debo admitir que yo tuve parte de culpa), también probablemente porque había más gente en la fiesta que los que se suponía que íbamos a estar. Así que a la 1 de la mañana me vi en la habitación de un chico brasileño (en realidad la habitación era de un amigo suyo, él está de okupa en la resi durante unos días) para beber de un licor de frutas que se había traído desde Alemania. Nos sentamos en la cama a beber y a hablar italiano... Y una cosa llevo a la otra y acabamos... ¡HACIENDO ORIGAMI! No, es en serio. Origami. Papiroflexia. Y ya. Yo hice un barquito y un corazón de papel y él se desvivió por intentar hacer una gruya, que no acababa de salirle... pero es que doy fe, hacer figuritas de papel estando como una cuba es más difícil que intentar ir en bici sujetando un paragüas.

¡Si es que a mí me gusta terminar las fiestas con estilo propio!






5 comentarios:

  1. Que mona!! La papiroflexia llevaria a otra cosa... (Bueno, no hace falta que des mas detalles tampoco).

    ResponderEliminar
  2. ¡Juro que la cosa se quedó en papiroflexia! Quizás de ahí lo original de la historia =)

    ResponderEliminar
  3. JAJAAJ buena historiaa!! JAjajajja
    Yo me voy el año que viene, me podrías recomendar residencia!?

    ResponderEliminar