domingo, 31 de marzo de 2013

Otro pedazo de la magia de Venecia

Como siempre lo mejor se deja para el final y eso también pasó con Venecia. No tiene nada que ver con que todos los demás días lloviera como si Dios buscara un nuevo Noé, no, ¡por favor! ¡Claro que no! Es sólo que Venecia tiene que ser el punto final de un gran viaje para dejar un buen sabor de boca gracias a los hálitos de magia que a veces le da por respirar. 

Venecia nos recibió nublada y fría, y dejó que, pasando por el Rialto, nos perdiéramos por sus calles (como es OBLIGATORIO) de camino a la Plaza de San Marcos, que para ventura o desventura nuestra, según como se mire, estaba parcialmente inundada. Magia o fastidio, depende de cómo se vea, supongo. Los turistas japoneses a millares sí que eran fastidio y punto, sin lugar a dudas. 

Nos paramos frente al Orologio y la Torre del Campanario, visitamos la Basílica, rodeamos el Palazzo Ducal, nos sacamos fotos con el Puente de los Suspiros detrás, observamos la laguna desbordada de Venecia y la isla de San Giorgio Maggiore detrás de una hilera de góndolas cubiertas por una lona azul. 

Campanile di San Marco

Laguna de Venecia
Puentes y canales
El viaje a Venecia, como no podía ser de otra forma, estuvo acompañado de una compra de máscaras, de un helado mientras la temperatura bailaba por los cero grados, de un viaje en góndola… Bueno, casi, cogimos el traghetto, la góndola de los pobres. Pero pudimos ver un canal plagado de ellas con sus gondoleros hablándose a voces, riendo y cantando. Vamos, lo dicho, magia veneciana.
 
Venecia desde el traghetto
Un pedazo de cielo azul sobre una Venecia que estuvo todo el día nublada
La magia de Venecia


sábado, 30 de marzo de 2013

Toca lucirse, toca Padua

Creo que debo de ser la única persona sobre el planeta capaz de alargar un tour por Padua ocho horas. En serio, para los que no hayáis estado nunca aquí, Padua no es tan grande. Hasta hoy se me hacía difícil creer que hubiese tanto que ver, pero lo hay. La cosa es ponerse. Ponerse, y buscar anécdotas curiosas y divertidas que contar de cada sitio. Y no, no me refiero a la historia de cómo me caí de la bici y de cómo mi hermano me obligó a llevarle al punto exacto para sacarle una instantánea a ese trozo heroico de pavimento. No. Me refiero a “los tres senza” de Padua, las historias de los papiros de Laurea, las tradiciones del Pedrocchi… A esas cosas. 

Como soy una chica lista, empecé mi tour padovano por la Facultad de Medicina, para que mi madre viese que sabía cómo llegar y así aparentar como que iba a clase y eso (no, es broma, sí que voy a clase casi siempre. Soy una Erasmus pésima). Y después, les llevó al centro a disfrutar la más bonita de las tradiciones italianas: el café y la brioche (por 1€ en el Brek). Así, con el estómago lleno y el corazoncito contento, les hablé de la historia de Padua, del caffè Pedrocchi y de las mil y una cosas que se pueden decir del Bo. Después fuimos a la Basílica del Santo y vimos cada uno de los rincones de todos sus atrios, ¡y ahí también tenía historias que contar chavalines! Porque hablé del robo del mentón del Santo o de los milagros de San Antonio que parecía una entendida y todo. 
Caffè Pedrocchi
Sant'Antonio
Claustro de la Basílica de San Antonio

A continuación y como mi hermano estudia a todos esos seres que hacen la fotosíntesis, a alguien (no a mí) se le ocurrió la brillante idea de visitar el Orto Botanico de Padua. Dejando al lado mi opinión sobre lo interesante que puede ser un sitio lleno de plantas, ¿cómo de bonito es un jardín botánico a las salidas de un muy frío invierno? ¡Exacto! De todas maneras, y aunque del Orto no sabía gran cosas, salimos del paso y pudimos ver alguna que otra cosa interesante antes de ir a la hostería típica que me habían recomendado y donde había reservado mesa para almorzar. 

Mujer tallada en el interior de un Plátano Oriental en el Jardín Botánico
Por la tarde nos tocó ver el Duomo, Piazza delle Erbe y la della Frutta, il Palazzo della Ragione y la Piazza dei Signori, con su reloj. Nos tomamos un rico helado italiano a juego con el frío de la ciudad. Vimos el Prato della Valle y la Iglesia de Santa Giustina… y el cansancio pudo con todos nosotros cuando incluso todavía me quedaban una o dos cosas de Padua para enseñar.

Prato della Valle
Padova también tiene sus canales
Tradicional, divertida y sucia laurea padovana


viernes, 29 de marzo de 2013

¿Por qué pone Verona en ese cartel de la estación de Verona?

“¿Por qué pone Verona en ese cartel en la estación de Verona?”. Con esta pregunta del genio de mi hermano cuya razón aún no logro discernir, terminamos un día en Verona que había empezado esa mañana con el tren de las ocho y media. En Verona había niebla y lluvia (aunque bastante menos que el día anterior en Milán) y contábamos con la ventaja de que en esta ciudad sí que había estado. Vale, sólo una vez y además seis meses atrás, pero mis dañadas neuronas de Erasmus aún recordaban los caminos (casi todos, al principio estaba un poco desorientada) y las historias y anécdotas de cada uno de los rincones que visitamos: L’Arena, la Casa de Julieta (donde todos nosotros le metimos mano a la chavala), la Piazza delle Erbe y la dei Signori con su monumento a Dante, el Palazzo della Ragione, la Iglesia de Santa Anastasia, il Duomo (cerca del cual nos tomamos un chocolate caliente que supo a gloria, teniendo en cuenta que el frío se nos había metido ya muy dentro bajo la piel) y continuamos por el Ponte Pietra hasta Castel S. Pietro, donde pudimos ver una vista impresionante de la ciudad cubierta por la niebla, antes de ir hacia Castelvecchio y regresar a Padua. 

Como tampoco es que haga falta mucho tiempo para ver Verona, aprovechamos la tarde-noche en Padua para ver la ciudad de noche y para que mi hermano y mi madre se estrenaran con el Spritz. Como era de esperar, el sabor amargo de la bebida no les entusiasmó. A mí tampoco me hizo tirar cohetes el primero que tomé en su día, pero mira, casi mejor para mí, que me acabé bebiendo el de mi hermano ejejejejejejeje.

Verona desde Castel S. Pietro

Subiendo a Castel S. Pietro

Duomo di Verona

Piazza delle Erbe

Julieta y yo tuvimos una segunda cita =)


PS: me acabo de dar cuenta de que saco unas fotos súper molonas. 


domingo, 24 de marzo de 2013

Familia a la milanesa

Hoy mi familia ha venido a verme… o al menos dos terceras partes de ella (papi, te echamos de menos). Y hemos elegido para nuestro reencuentro la capital de la moda. Es decir, la bellísima ciudad de Milán (ehhh, no). Bueno, en realidad fue Ryanair quien la eligió. Pero a fin de cuentas es lo mismo. 

Empezando por el principio, tengo que decir que Milán es una ciudad fea. Quizás no sea lo más justo del mundo ser así de tajante en mi juicio de una ciudad que hasta ayer no conocía, considerando que he tenido que levantarme a las 5 am, que llovía mogollón mogollón y que hace nada que he estado en Roma, y casi todo después de Roma parece feo (es como comerse unas onzas de chocolate Carrefour después de haberse comido una caja de bombones Valor. Que no es lo mismo que esas mismas pastas después de una dieta muy larga). Pero bueno, también siendo un poco objetivos, no es que haya mucho que ver. En realidad, casi podríamos sintetizar el día en Milán con una frase que dijo hoy mi hermano, algo así como: “resumen de Milán: llueve”. Sin embargo, monumentos y diluvios a un lado, estuvo genial poder disfrutar un poco de Italia con mi familia, a la que empezaba a echar un poco de menos, y ver a mi hermano desarrollar un Síndrome de Diógenes bestial recolectando cada ticket y billete de cada comida o traslado, disfrutando de su primer viaje (real) al extranjero, su primera vez en metro, su primer tren… 

Aunque yo nunca había estado en Milán hasta hoy, me propongo ganar el título de hija de año, así que me había empollado un poco la ciudad por Google (sobre todo el mapa del metro, una cosa muy muy importante si eres yo y perdiste el último resquicio de sentido de la orientación años atrás en algún rincón recóndito de Alemania). Así que aunque en realidad no pude lucirme mucho con esos conocimientos limitados de la ciudad, logré llevarlos sanos y salvos al Duomo, para después pasar hacia la Piazza della Scala por la Galleria Vittorio Emanuele II. Porque estaba claro que si estábamos en Milán teníamos que pasar por un centro comercial… ¡y qué centro comercial ese! Todo techos altos y cúpulas, arcos, esculturas, mosaicos, negro y dorado y precios exorbitados. En la Plaza de la Scala pudimos contemplar el Teatro de la Ópera, disfrutamos un poquito más de la lluvia y nos encaminamos hacia la Piazza Mercanti, cerca de la cual almorzamos en un restaurante (italiano, cómo no) donde la bebida costaba como sangre de unicornio pero la comida estaba buena y no tenía tampoco un precio desorbitado. 

Desde la Piazza Mercanti y caminando en línea recta, se llega hacia el Castillo Sforzesco y, atravesando sus patios llegamos hasta el Parque Sempione, donde se puede apreciar una espectacular vista del Arco della Pace, una imagen bastante típica de la ciudad de Milán y que recuerda no poco a Berlín. 

Visto todo lo que el tiempo, la lluvia y el cansancio nos permitía ver el Milán (para otro viaje quedaba echarle una ojeada a La Última Cena), nos encaminamos hacia la estación de trenes esquivando a los coches que probaban juguetones a salpicarnos, donde nos tomamos un capuchino algo aguado en una cafetería, esperando el tren que llevaría nuestros cuerpos destrozados a Padua. 

Una vez ya en Padua, y tras el innecesario paseo por la lluvia que les hice dar a mi madre y a mi hermano, que encima cargaban con sus maletas, hicimos en check-in en su Bed&Breakfast, les enseñé mi habitación en la residencia para que vieran que no vivía en la inmundicia y encargamos un par de pizzas para acabar bien la jornada. 

Durante la cena pude demostrar que mi Erasmus está valiendo la pena, ya que hice uso de mis recién adquiridas y sorprendentes habilidades para abrir una cerveza con casi cualquier cosa para abrir la Peroni de mi madre con su cinturón. Medicina no sé, pero cosas útiles estoy aprendiendo mogollón. 

Cuando por fin me acosté, no dormí, entré en coma. Pero tengo claro que el esfuerzo ha valido y valdrá la pena: me han traído una caja de ambrosías Tirma. ¡¡¡Yupiiiiiiiii!!! 

Mi madre y yo frente al Arco della Pace


PS: a mi hermano le gusta más ir en metro que en tren. Como se nota que no sabe lo que es una hora punta.

lunes, 18 de marzo de 2013

Irse de Erasmus para convertirse en una persona nueva

Está claro que salir de casa para irte a otro país con otras costumbres, otro idioma, lejos de tu familia, de tus amigos y, probablemente, de cualquier persona que conozcas, es una experiencia tan fuerte que obligatoriamente tiene que cambiarte en mil y un aspectos. Esta reciente adquirida independencia total acaba transformándose en sorprendentes cualidades culinarias hasta ahora desconocidas, en listas mentales de dónde poder hacer la compra más barata o trucos para limpiar el baño o poner lavadoras (estos trucos existen y los míos molan mogollón). Es un sentido de la responsabilidad que te hace limpiar tu cuarto periódicamente sin demasiado fastidio, encontrar agradable la ropa calentita recién sacada de la secadora o mandar postales a casa de vez en cuando. 

Este cambio es desarrollar brutalmente una capacidad de sociabilidad que a lo mejor antes no sabías que tenías, crear un oído para los idiomas y el superpoder de saltar de lengua en lengua en una conversación como quien se come un sándwich.

Pero claro, el erasmus también te modifica genéticamente para que seas capaz de vivir durmiendo sólo cuatro horas durante no tan breves períodos, para pedalear de noche bajo la lluvia sin enfermar, para hacer amigos con sólo un saludo o para beber casi a diario sin desarrollar una hepatomegalia de libro Guinness (eso aún está por comprobar). Con el erasmus aprendes a ir en bici borracho, a abrir una botella de cerveza con un folio (esto lo he visto hacer pero aún estoy en período de aprendizaje) y a empatar diez días de marchas con diez mañanas de prácticas sin parecer que vas zombie todo el día. Y eso, me temo, que se lo debo al mayor cambio que el erasmus ha provocado en mí. Y no, no me refiero a mi creciente tolerancia al alcohol, melones. Hablo de que mi odio al café se ha convertido en una verdadera dependencia. ¡Que ya no puedo pasar la mañana sin café si quiero aunque sea aparentar ser persona!

Voy sólo por la mitad de mi Erasmus y esta experiencia me ha cambiado ya tanto y tan radicalmente que no sé si me reconoceré cuando vuelva a casa. Aunque claro, dejando a un lado algunas cosas, yo juraría que me está cambiando para bien. Estoy impaciente por ver lo que me deparan los próximos cuatro meses.

Un beso de una adicta al café de media mañana.

PS: quiero aprovechar este post para disculparme con todos mis amigos cafeinodependientes de las cuales me he reído durante años. Lo siento de verdad. Ahora os entiendo.

viernes, 15 de marzo de 2013

Desarrollar un segundo estómago por necesidad

Cuando uno habla de la comida italiana lo primero que le viene en mente es la pizza y la pasta. A los más golosos se nos ocurre también pensar en el helado y el tiramisú. Pero dejando al lado el tópico culinario, ¿tiene la cocina italiana más que ofrecer? Pos sí, mis niños, sí que tiene. La cocina italiana tiene una variedad tan amplia como la de cualquier región española, o incluso más, y aunque es cierto que la pasta está en casi todos sus primeros platos, hay cientos de recetas propias de cada provincia que pueden sorprender mucho.

En un par de ocasiones he tenido la oportunidad de probar comida típica del sur de Italia, ya que muchos de mis amigos spaghetti son de estas zonas (en este punto debo aclarar que cuando yo le pido a un amigo italiano que me haga algo de comer típico de su región, le suplico que excluya la pasta y la pizza que ya esas las tengo muy vistas y así avanzo mucho más rápido en mi investigación). Pero también es cierto que yo estoy haciendo mi Erasmus en el Véneto y que hay muchos aspectos de las tradiciones culinarias de esta región que no conozco. Así que ayer acepté una invitación de mi Tandem Partner para ir a comer a su casa comida muy padovana.

¡Tiempo de un paréntesis para hablar del programa Tandem! Un tandem partner es una persona con la que realizas un intercambio lingüístico. En este caso, entre italiano y español. Estas dos personas quedan un par de veces por semana y mantienen conversaciones hablando más o menos la mitad del tiempo en español y la otra mitad en italiano. Es una cosa tremendamente útil. Y sé que así no suena muy divertido pero ahora lo matizo: mi tandem partner es una chica de mi misma edad, que estudia la misma carrera que yo en el mismo curso, compartimos intereses y algunos amigos, ella vendrá de Erasmus a mi Universidad el curso que viene, y casi siempre que quedamos hay un par de Spritz de por medio (o en su defecto algo comestible. Generalmente Spritz). ¿A que ahora suena más diver? Básicamente tengo quedadas bilingües con una amiga un par de veces por semana. Además, estos encuentros me han ayudado mucho a mejorar mi italiano, e incluso a veces realizamos reuniones serias donde, en vez de hablar por hablar, resolvemos las dudas gramaticales o sintácticas de la otra. Cerramos paréntesis.

Pues como decía, que fui a casa de mi amiga a comer una cantidad de comida que, en mi opinión, sería suficiente como para alimentar a un país pequeñito.

Aquí el menú del día :

  • Sopa de judías a la Véneta (cómo no, con pasta en lugar de fideos). 
Zuppa di fagioli
  • Quesos varios.
  • Salsiccia: se llama así pero no es una salchicha como nosotros tenemos en mente, es más bien como carne molida que sabe a chorizo canario de ése que haces a la barbacoa.
Salsiccia
  • Polenta: la primera vez que lo comí pensé que era una puré de patatas muy raro, ahora entiendo por qué. Es de maíz.
Polenta
  • Funghi trifolati: un salteado de varios tipos de setas que me hizo flipar en colorines. Jopelines, qué rico. Entre las setas que tenía estaba el champiñón y el procini. Este último está a 200€/Kg. Adivinad quién no va a volver a comer esto próximamente.
Funghi trifolati
  • Judías a la Véneta.
Fagioli alla Veneta
  • Tiramisú: hecho en cantidad suficiente como para que coma un equipo de fútbol (suplentes, equipo técnico y masajistas incluidos) y... ¡al ron!
Estoy bastante segura de que esta foto no necesita leyenda pero, porsiaca,  es tiramisú.

  • Fruta.
  • Café: italiano, ideal para mi nueva dependencia. 
  • Dulces varios: los dulces varios los traje yo, que mis papis me enseñaron a no ir nunca a comer a casa de nadie con las manos vacías. Los compré en la mejor pastelería de Padua (Biasetto) porque molo mogollón... y porque está al lado del hospital donde hago seis horas de prácticas al día, claro. Esta pastelería tiene LITERALMENTE la mejor tarta de chocolate del mundo. No. En serio, que ha ganado el campeonato del mundo y todo (sí, existe un campeonato del mundo de tarta de chocolate. Yo a veces también me refiero a él como EL PARAÍSO). 
Tenéis que tener en cuenta que todo esto estaba hecho en cantidades industriales y que mi plato se rellenaba mágicamente cada vez que conseguía terminarlo. Para haceros una idea aproximada de cómo era la cosa, imaginad que vais a comer a casa de vuestra abuela, la que os ve siempre muy delgados. Exacto. Eso. ¡¡Que empezamos a comer a la 1 y terminamos a las 5!! ¡¡Que han pasado 24 horas y todavía no he terminado de hacer la digestión!!


Conclusión de la jornada: me voy a ahorrar el billete de vuelta a Las Palmas. A este ritmo voy a volver rodando.

Bueno, un beso a todos, que yo me he tomado muy en serio eso de ahorrarme el billete y me voy ahora a una Feria del Helado.




PS: pido perdón a mi padre por haber escrito patatas y maíz en este post. Tú sabes que yo quería decir papas y millo. No me desheredes, porfis.

domingo, 10 de marzo de 2013

Morir en el retrete

Es muy triste pensar que vas a morir cuando estás en el baño. Pero triste, triste de narices. Porque claro, tú estás ahí sentada, con los pantalones de los tobillos, ves pasar toda tu vida por delante y luego piensas: "joder qué mierda si me encuentran muerta con estas pintas".

Ésos fueron más o menos los pensamientos que se pasaron por mi cabeza muy, muy, rápido cuando a mi llegada de Roma fui al baño y me encontré con un pedazo de escorpión a un metro de mí. Bueno, en realidad no llevaba las gafas puestas así que lo primero que pensé fue "anda, un matojo de pelos, ¿me estaré quedando calva?". Pero claro, a los cegatos se nos agudizan el resto de los sentidos, el sentido de la supervivencia entre ellos, y me puse las gafas antes de alargar la mano hacia esa "cosa" que de repente se movía y tenía cola y me dio por pensar que me iba a morir.

Luego me acordé de que llevaba unas botas tan gruesas como para saltar sobre clavos sin hacerme daño y me importó un pepino la posibilidad de que tal vez, quizás, el bicho ese, que era raro de narices, estuviera en peligro de extinción. Ni siquiera lo pensé. Salté. Un par de veces. Muchas veces en realidad. Culpa suya que se resistió.

Después ya sí, cuando me estaba deshaciendo del cuerpo del delito, me dio por preguntarme qué narices hacía un escorpión al norte de Italia. ¿¿Pero no se supone que son bichos de climas cálidos?? ¿¿Y cómo narices ha llegado a mi habitación en la cuarta planta?? Después Google y la lógica  me dijeron que probablemente me habría cargado a la fea mascota de picadura no mortal de alguien (y prefiero pensarlo así), pero mira ni aún con ésas me dio pena el animalito. ¡Con lo mal que dormí yo esa noche pensando que a lo mejor había más de ésos o que el maldito habría puesto huevos o algo (no soy una entomóloga muy buena así que no me conozco el ciclo vital del escorpión y no sé si pone huevos, larvas o llama a cigüeñas a domicilio, pero eso, que lo pasé muy mal). Y que no pegué ojo.

El bicho se parecía a esto. Si es peor de lo que yo creo que nadie me lo diga o me iré a vivir al cuarto de las fregonas.

sábado, 9 de marzo de 2013

Roma, día 4: el Principito

Mi último día en Roma, ya con todo lo que me interesaba ver, visto y acusando tanto cansancio y dolor que dejaba en evidencia mi capacidad para patear ciudades, me costó levantarme de la cama. Esa última mañana, después de pelearme contra las legañas fuimos a la Piazza de la Repubblica y a una iglesia cercana, Santa Maria degli Angeli e dei Martiri, y después hacia la que es la mayor iglesia del mundo dedicada al culto mariano: Santa Maria Maggiore, pasando por delante del Teatro de la Ópera.

Piazza della Repubblica
Interior de la Iglesia de Santa María de los Ángeles
Santa María la Mayor
Interior de Santa María la Mayor
Esa misma tarde cogí el tren a Padua con un ejemplar de el Principito bajo el brazo. El libro lo encontré por casualidad en el supermercado (básicamente me choqué con él) y decidí comprarlo en un impulso por una costumbrilla que he cogido con el tiempo de leer esta historia que tanto me encanta, tierna y cargada de verdades como puños a cada frase, en cada lengua que aprendo (o pretendo aprender)... ¡y con ésta ya van cuatro las lenguas y seis las veces que me lo he leído! ¡Y yo aún sin sabérmelo de memoria!


viernes, 8 de marzo de 2013

Roma, día 3: a donde el Papa pero sin el Papa

En mi tercer día en Roma ya lo había visto casi todo, modestia aparte, así que nos fuimos a hacer una visita cortita a la Ciudad del Vaticano, y digo cortita porque vimos la Piazza de San Pietro y la Basílica, pero no vimos los Museos Vaticanos con su famosísima Capilla Sixtina (sí, lo sé, pecadoooo, pero da igual porque como tiré la moneda a la Fontana di Trevi volveré a Roma y entonces pobre verla).

A dato de curiosidad diré que estuve en el Vaticano un día en el que no había Papa. El Papa precedente, Benedicto equis uve palito (XVI) había renunciado al cargo la tarde anterior, por lo que pasar por los controles de seguridad fue algo mucho más rápido y la sensación de estar en la casa del Papa cuando no había Papa, interesante.

Otra cosa a mencionar es que cuando estaba junto a la tumba de San Pedro no podía dejar de pensar en el libro Ángeles y Demonios [SPOILER ALERT: así que ahí es donde ponían "la bomba", ¿eh?] y no era la primera vez que ese tipo de pensamiento pasaba por mi cabeza. ¡Maldita sea! Cuánto daño ha hecho Dan Brown. Ya me ha fastidiado Roma.

El Vaticano al fondo
El Vaticano
Interior de la Basílica de San Pedro
La Guardia Suiza
Después del Vaticano, caminamos hacia el Castillo de Sant'Angelo, que es donde el Papa se va de vacaciones (sí, a doscientos metros de su casa. Yo tampoco lo entiendo). Y la verdad es que el paseo se me hizo un poco largo porque: 1) el adoquinado de Roma es una caca de vaca, 2) juraría que había acabado con una tendinitis en la rodilla (soy una exagerada, lo sé), 3) estoy ya muy mayor para estos trotes. 

Castel Sant'Angelo
Por la noche, tras una tarde de descanso merecida, dimos un paseo por la mágica Roma nocturna y terminamos en una cafetería tomando unos capuchinos y un tiramisú de plátano y chocolate (Diosssssssss, la cosa más rica que he probado en mi vida), que acabaron derivando en un par de carísimos Spritz.

El Coliseo de noche
Un par de capuchinos, el tiramisú más rico del mundo y algo de publicidad subliminal.


jueves, 7 de marzo de 2013

Roma, día 2: La pizza de un metro

El segundo día en Roma fue un poco más light que el primero pero se nos hizo bastante cuesta arriba porque acusábamos ya el cansancio del día anterior, y porque fuimos cuesta arriba literalmente un par de veces.

Nuestra jornada empezó con un helado italiano de 3 bolas a 1'50€. Era por la mañanita y hacía frío pero pocas maneras mejores hay de empezar el día. Después y haciendo uso del metro (cosa que se nos había ocurrido bien poco el día anterior) fuimos hacia la Piazza del Popolo, de ahí caminamos hacia Piazza di Spagna, vimos la embajada española y las calles de compras y fuimos hasta San Giovanni, una iglesia tamaño XXL que además resulta ser la catedral de Roma... ¡y del mundo! 

Piazza del Popolo
Piazza di Spagna
San Giovanni
Después de alucinar un poquito, cogimos el metro para comernos en Piazza Bologna una pizza de un metro. Se hizo difícil terminarla entre las dos, pero madre siempre me ha dicho que no debe dejarse comida en el plato (o en la caja de cartón) y porque medio metro de pizza por barba era un reto curioso... pero se hizo.

La pizza de un metro
Luego, para hacer la digestión, nos tomamos un capuchino y terminamos nuestra jornada turística con un paseito nada desdeñable hacia Piazza Navona (pasando por Sant'Ignazio y nuevamente la Fontana), donde vimos un performance y yo me dejé imprisionar por la alucinante fuente de Bernini que hay justo en el centro.
Sant'Ignazio
Interior de la iglesia de Sant'Ignazio
La Fuente de los Cuatro Ríos en el centro de Piazza Navona

Esa noche fuimos a casa de unos Erasmus, amigos de mi anfitriona súper chachi, que hacían una fiesta por el día de Andalucía. La fiesta estuvo genial, muy original, con vídeos de sus ciudades más emblemáticos, comida, música, guitarreo... Hubiera estado mejor si hubiera podido moverme, pero claro, una no puede tener Roma y fiesta loca. Es demasiado.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Roma, día 1: Veo veo, el Coliseo

Probablemente no me equivoco si afirmo que soy una de las pocas personas que se plantó al lado del Coliseo (del latín Colosseo, coloso, que quiere decir grande de narices). Porque sí, salí del metro en la parada del Coliseo y, pensando que no estaría justo a la salida de la boca del metro, seguí hablando y andando como si nada. Que sí, que yo soy así de observadora. ¿Os he dicho ya que quiero ser cirujana? ¿A que da miedo?

Ya cuando me dijeron "hey, Patri, mira, el Coliseo", como que lo vi. Ahí, grande, majestuosamente ruinoso (bastante bien está para haber sobrevivido a terremotos, incendios y saqueos) y plantado en medio de la ciudad como si no fuera un pedazo de historia de hace 2000 años.

El Coliseo romano

Hacía un día espectacular, de esos que te permiten ir por la calle en camiseta (cosa que normalmente no se puede hacer en Padua), aunque al parecer los romanos no entendían que el solecito y el pateo me diera calor y no paraban de preguntarme si no tenía frío... Pues eso, que hacía un día estupendo y el recorrido por el interior del Coliseo fue de lo más agradable, caminando por los márgenes de la "arena" y por las galerías paralelas, leyendo carteles sobre la historia del coloso y sacándome fotos en donde hace unos cuantos siglos luchaban los gladiadores, bestias y esclavos.

El interior del Coliseo
Desde el Coliseo vimos por primera vez el Arco de Constantino, un arco del triunfo que veríamos nuevamente en nuestro camino hacia la colina del Palatino, desde donde hay unas vistas nada desdeñables de Roma y donde hay una fuente de agua que según me han dicho es de las mejorcitas de Roma.  De camino al Palatino hicimos unas paraditas por el Circo Máximo (donde daban muchas ganas a tumbarse a tomar el sol), el Foro Romano, la Boca de la Verdad (que por cierto es una caca porque no me mordió), la Iglesia de Santa María in Cosmedin y el Secreto de Roma (que no os digo qué es porque es secreto shhhhhh, aunque si pincháis en el enlace lo descubriréis).

El Arco de Constantino
Vistas de Roma desde la Colina del Palatino. Al fondo el monumento a Vittorio Emanuele.
El Circo Máximo
El Secreto de Roma... ahí, al fondo, detrás de la luz. Yo no puedo deciros nada, que es secreto.
La Boca de la Verdad
Después retomamos nuestro paseo por las calles de Roma y nuestros pasos nos llevaron cerca del monumento a Vittorio Emanuele II (la máquina de escribir de Roma), el Teatro Marcelo, la Puerta de Roma o a perdernos por las encantadoras callecitas del barrio de Trastévere en busca de una pizzería que finalmente estaba cerrada. También paseamos por el Gueto, vimos la Sinagoga y la Isla Tiberina.



El Teatro Marcelo
La Puerta de Roma

La Fuente de las Tortugas
Monumento a Vittorio Emanuele
Y por fin, ya con el estómago lleno llegamos a mi parte favorito de la Ciudad Eterna: La Fontana di Trevi, un monumento impresionante, inmenso, todo blanco y tranquilo (si eliminamos mentalmente a las decenas de personas plantadas delante), donde el agua cae tranquila y la gente tira monedas para asegurarse la vuelta a Roma. No sé por qué ésta es la parte que más me gustó de una ciudad que es a ratos muy mágica, pero es así. Me gusta la riqueza de detalles del monumento, que sea muy muy grande y no sé, quizás que impresiona más en persona que en película (con el Coliseo me pasó al revés por ejemplo).


La Fontana di Trevi

Las monedas en la fuente deben tirarse con la mano derecha por encima del hombro izquierdo.

Una moneda para regresar a Roma.
Dos monedas para enamorarse de un italiano.
Tres monedas para casarse con el italiano.
Lo que se recauda de la fuente (que ronda los 3.000€ diarios) se dona a Cáritas.
Después de la Fontana y de comprar unas camisetas de I LOVE ROMA y un par de postales, como buena turista que soy, nos encaminamos hacia el Panteón, donde pude plantarme debajo del agujero de su cúpula a  imaginarme cómo sería el panorama si alguna vez nevaba o cuando tiraban pétalos de rosa por ese hueco en Pentecontés (bueno, en realidad, existiendo Youtube tampoco tengo que imaginármelo).


El Panteón

... Y me tiré en la cama y entré en coma =).