jueves, 20 de diciembre de 2012

La aventura de volver a casa


En algún momento de la compra de billetes para volver a casa mi cerebro se colapsó y dejó de trabajar como el de una persona normal y decidió que el vuelo de las siete de la mañana era una buena idea porque así llegaría a casa casi a la hora de comer. El problema es que se olvidó de procesar que los aviones salen desde Marco Polo, en Venecia, y no desde Padua y que la primera guagua para el aeropuerto sale a las seis de la mañana y la última a las ocho de la tarde.

Así que aquí me encuentro hoy, pasando la noche en el aeropuerto de Marco Polo, para no perder mi vuelo a Madrid de las 7.30 a.m., con sólo un sándwich de tomate y mozzarella en el estómago y mirando a ratos a un cartel que pone “estintore nº113” y a ratos escribiendo estupideces.

No puedo facturar porque los mostradores están todavía cerrados y mi maleta me está sirviendo como mesita para apoyar los pies. No puedo dormir porque los bancos de metal del aeropuerto son lo peor del mundo para conciliar el sueño (a pesar de que haya dormido sólo seis horas en dos días) y la pequeña siesta que ya me eché me va a costar una tortícolis de campeonato mañana. Tampoco se puede dormir sencillamente porque NO SE PUEDE: hace unos minutos sólo que han pasado por aquí tres carabinieri pidiéndome la documentación y los datos de mi vuelo (verificando que salía por la mañana) y recordándome amablemente que el aeropuerto no es un hotel. Hace dos horas que me cansé de charlar con la chica siciliana que se sienta a mi lado y, además, mis compañeros de nocturnidad están en la otra parte de la terminal, donde están los enchufes (aquí no hay), agazapados viendo películas en español que a mí no me apetece ver. No hay WiFi, la batería de mi portátil y mi móvil tienen las horas contadas (por lo que ya me puedo ir olvidando de Facebook o de un maratón de cine italiano. Yupi) y no puedo recorrer la terminal de punta a punta buscando un puñetero enchufe porque me han endosado el bonito papel de vigilar las maletas.


Aún seis horas para el embarque.

Cuatro para facturar si Dios quiere.

Acaban de apagar las pantallas de publicidad y algunas luces.

Tengo frío.

Se me está empezando a dormir el culo.

1 comentario:

  1. Guapa, las maletas las cuidaste 20 minutos cuando nos fuimos a comer, no cuando estábamos viendo "El indomable Will Hunting" (en italiano).

    Con amor,

    Vanessa =)

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