A dato de curiosidad diré que estuve en el Vaticano un día en el que no había Papa. El Papa precedente, Benedicto equis uve palito (XVI) había renunciado al cargo la tarde anterior, por lo que pasar por los controles de seguridad fue algo mucho más rápido y la sensación de estar en la casa del Papa cuando no había Papa, interesante.
Otra cosa a mencionar es que cuando estaba junto a
la tumba de San Pedro no podía dejar de pensar en el libro
Ángeles y Demonios [SPOILER ALERT:
así que ahí es donde ponían "la bomba", ¿eh?] y no era la primera vez que ese tipo de pensamiento pasaba por mi cabeza. ¡Maldita sea! Cuánto daño ha hecho Dan Brown. Ya me ha fastidiado Roma.
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El Vaticano al fondo |
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El Vaticano |
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Interior de la Basílica de San Pedro |
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La Guardia Suiza |
Después del Vaticano, caminamos hacia
el Castillo de Sant'Angelo, que es donde el Papa se va de vacaciones (sí, a doscientos metros de su casa. Yo tampoco lo entiendo). Y la verdad es que el paseo se me hizo un poco largo porque: 1) el adoquinado de Roma es una caca de vaca, 2) juraría que había acabado con una tendinitis en la rodilla (soy una exagerada, lo sé), 3) estoy ya muy mayor para estos trotes.
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Castel Sant'Angelo |
Por la noche, tras una tarde de descanso merecida, dimos un paseo por la mágica Roma nocturna y terminamos en una cafetería tomando unos capuchinos y un tiramisú de plátano y chocolate (Diosssssssss, la cosa más rica que he probado en mi vida), que acabaron derivando en un par de carísimos Spritz.
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El Coliseo de noche |
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Un par de capuchinos, el tiramisú más rico del mundo y algo de publicidad subliminal. |
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