domingo, 24 de marzo de 2013

Familia a la milanesa

Hoy mi familia ha venido a verme… o al menos dos terceras partes de ella (papi, te echamos de menos). Y hemos elegido para nuestro reencuentro la capital de la moda. Es decir, la bellísima ciudad de Milán (ehhh, no). Bueno, en realidad fue Ryanair quien la eligió. Pero a fin de cuentas es lo mismo. 

Empezando por el principio, tengo que decir que Milán es una ciudad fea. Quizás no sea lo más justo del mundo ser así de tajante en mi juicio de una ciudad que hasta ayer no conocía, considerando que he tenido que levantarme a las 5 am, que llovía mogollón mogollón y que hace nada que he estado en Roma, y casi todo después de Roma parece feo (es como comerse unas onzas de chocolate Carrefour después de haberse comido una caja de bombones Valor. Que no es lo mismo que esas mismas pastas después de una dieta muy larga). Pero bueno, también siendo un poco objetivos, no es que haya mucho que ver. En realidad, casi podríamos sintetizar el día en Milán con una frase que dijo hoy mi hermano, algo así como: “resumen de Milán: llueve”. Sin embargo, monumentos y diluvios a un lado, estuvo genial poder disfrutar un poco de Italia con mi familia, a la que empezaba a echar un poco de menos, y ver a mi hermano desarrollar un Síndrome de Diógenes bestial recolectando cada ticket y billete de cada comida o traslado, disfrutando de su primer viaje (real) al extranjero, su primera vez en metro, su primer tren… 

Aunque yo nunca había estado en Milán hasta hoy, me propongo ganar el título de hija de año, así que me había empollado un poco la ciudad por Google (sobre todo el mapa del metro, una cosa muy muy importante si eres yo y perdiste el último resquicio de sentido de la orientación años atrás en algún rincón recóndito de Alemania). Así que aunque en realidad no pude lucirme mucho con esos conocimientos limitados de la ciudad, logré llevarlos sanos y salvos al Duomo, para después pasar hacia la Piazza della Scala por la Galleria Vittorio Emanuele II. Porque estaba claro que si estábamos en Milán teníamos que pasar por un centro comercial… ¡y qué centro comercial ese! Todo techos altos y cúpulas, arcos, esculturas, mosaicos, negro y dorado y precios exorbitados. En la Plaza de la Scala pudimos contemplar el Teatro de la Ópera, disfrutamos un poquito más de la lluvia y nos encaminamos hacia la Piazza Mercanti, cerca de la cual almorzamos en un restaurante (italiano, cómo no) donde la bebida costaba como sangre de unicornio pero la comida estaba buena y no tenía tampoco un precio desorbitado. 

Desde la Piazza Mercanti y caminando en línea recta, se llega hacia el Castillo Sforzesco y, atravesando sus patios llegamos hasta el Parque Sempione, donde se puede apreciar una espectacular vista del Arco della Pace, una imagen bastante típica de la ciudad de Milán y que recuerda no poco a Berlín. 

Visto todo lo que el tiempo, la lluvia y el cansancio nos permitía ver el Milán (para otro viaje quedaba echarle una ojeada a La Última Cena), nos encaminamos hacia la estación de trenes esquivando a los coches que probaban juguetones a salpicarnos, donde nos tomamos un capuchino algo aguado en una cafetería, esperando el tren que llevaría nuestros cuerpos destrozados a Padua. 

Una vez ya en Padua, y tras el innecesario paseo por la lluvia que les hice dar a mi madre y a mi hermano, que encima cargaban con sus maletas, hicimos en check-in en su Bed&Breakfast, les enseñé mi habitación en la residencia para que vieran que no vivía en la inmundicia y encargamos un par de pizzas para acabar bien la jornada. 

Durante la cena pude demostrar que mi Erasmus está valiendo la pena, ya que hice uso de mis recién adquiridas y sorprendentes habilidades para abrir una cerveza con casi cualquier cosa para abrir la Peroni de mi madre con su cinturón. Medicina no sé, pero cosas útiles estoy aprendiendo mogollón. 

Cuando por fin me acosté, no dormí, entré en coma. Pero tengo claro que el esfuerzo ha valido y valdrá la pena: me han traído una caja de ambrosías Tirma. ¡¡¡Yupiiiiiiiii!!! 

Mi madre y yo frente al Arco della Pace


PS: a mi hermano le gusta más ir en metro que en tren. Como se nota que no sabe lo que es una hora punta.

1 comentario:

  1. Yo padezco el mismo síndrome que tu hermano en los viajes xDDD y aun estando de Erasmus, guardo cada ticket de tren de los sitios a los que voy, son cosas para recordar que hacen ilu :)

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