lunes, 18 de marzo de 2013

Irse de Erasmus para convertirse en una persona nueva

Está claro que salir de casa para irte a otro país con otras costumbres, otro idioma, lejos de tu familia, de tus amigos y, probablemente, de cualquier persona que conozcas, es una experiencia tan fuerte que obligatoriamente tiene que cambiarte en mil y un aspectos. Esta reciente adquirida independencia total acaba transformándose en sorprendentes cualidades culinarias hasta ahora desconocidas, en listas mentales de dónde poder hacer la compra más barata o trucos para limpiar el baño o poner lavadoras (estos trucos existen y los míos molan mogollón). Es un sentido de la responsabilidad que te hace limpiar tu cuarto periódicamente sin demasiado fastidio, encontrar agradable la ropa calentita recién sacada de la secadora o mandar postales a casa de vez en cuando. 

Este cambio es desarrollar brutalmente una capacidad de sociabilidad que a lo mejor antes no sabías que tenías, crear un oído para los idiomas y el superpoder de saltar de lengua en lengua en una conversación como quien se come un sándwich.

Pero claro, el erasmus también te modifica genéticamente para que seas capaz de vivir durmiendo sólo cuatro horas durante no tan breves períodos, para pedalear de noche bajo la lluvia sin enfermar, para hacer amigos con sólo un saludo o para beber casi a diario sin desarrollar una hepatomegalia de libro Guinness (eso aún está por comprobar). Con el erasmus aprendes a ir en bici borracho, a abrir una botella de cerveza con un folio (esto lo he visto hacer pero aún estoy en período de aprendizaje) y a empatar diez días de marchas con diez mañanas de prácticas sin parecer que vas zombie todo el día. Y eso, me temo, que se lo debo al mayor cambio que el erasmus ha provocado en mí. Y no, no me refiero a mi creciente tolerancia al alcohol, melones. Hablo de que mi odio al café se ha convertido en una verdadera dependencia. ¡Que ya no puedo pasar la mañana sin café si quiero aunque sea aparentar ser persona!

Voy sólo por la mitad de mi Erasmus y esta experiencia me ha cambiado ya tanto y tan radicalmente que no sé si me reconoceré cuando vuelva a casa. Aunque claro, dejando a un lado algunas cosas, yo juraría que me está cambiando para bien. Estoy impaciente por ver lo que me deparan los próximos cuatro meses.

Un beso de una adicta al café de media mañana.

PS: quiero aprovechar este post para disculparme con todos mis amigos cafeinodependientes de las cuales me he reído durante años. Lo siento de verdad. Ahora os entiendo.

2 comentarios:

  1. jajajajaaja ¡yo adquirí esa adicción el año pasado! Ya iba siendo hora, Patri =) (Pero lo mío es sólo por las tardes, por la mañana ya mi cuerpo está genéticamente dotado de una asombrosa síntesis de cortisol...)
    Por cierto, me tienes que decir cómo has puesto el contador de visitas, ya sabes que aún ando un poco pez y me gustaría saber cuánta gente lee mis entradas y si les gustan...
    Un besito y buena suerte en estos cuatro últimos meses!! =)

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    1. jajaja, dear es que yo estaba esperando a venirme a Italia para coger el vicio con caché, que como el café italiano pocos. Y bueno, yo tampoco me lo tomo de mañanita mañanita, porque sería inútil. Ni preparándolo con RedBull en vez de agua el café lograría despertarme a las 7 am. Pero como a las 11 cuando ya salgo del coma y me empiezo a dar cuenta que estoy cansada me viene bien uno para aguantar las clases.

      Lo de las visitas: en el panel de blogger puedes ver cuántas visitas tienes. Es más, en el apartado de estadísticas puedes de dónde es la gente que te lee, cuáles son las entradas más leídas... Para poner el gadget en el blog, te vas a la pestañita de diseño --> añadir gadget--> buscas el de el contador de visitas y lo pones y ya =).

      Espero haberte ayudado guapérrima.

      Nos vemos prontito por Venecia =)

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